Fue allá por el 1967, cuando de adolescente, una persona muy allegada a
nosotros trabajó de actor de televisión y teatro, interpretando una
variedad de personajes en obras tan interesantes y diversas como Bienvenido don Goyito y Arriba las mujeres, de Manuel Méndez Ballester.
Me cuenta el compadre que en esas dos piezas teatrales él tuvo la interesante, la alarmante y la aterradora experiencia de colocarse precisamente al borde de un abismo que conducía al mismo infierno, cuando intervino –en diferentes ocasiones– en escena con una mujer muy conocida hoy día en el país como la asesina de Luis Vigoreaux, y con un actor americano que se refugió en Puerto Rico luego de salir absuelto –dos veces– del asesinato de sus primeras dos esposas.
Naturalmente, nuestro amigo ignoraba el nefasto destino de la Sra. Echevarría, y los antecedentes de aquel exilado caballero que tan cortés siempre fue con él.
Sin embargo, nos confiesa el colega que durante una escena entre él y la Sra. Echevarría durante la obra Arriba las mujeres –ella interpretó el papel de su madre– él se mantuvo fielmente en personaje, le fijó la mirada, cuando de pronto y sin explicación alguna, sintió un terror escalofriante que le espantó hasta los calzoncillos.
Unos meses más tarde, le sucedió lo mismo al compartir una escena con el exilado americano quien interpretaba... el papel del americano... en una presentación de la obra Bienvenido don Goyito en el teatro Tapia.
Poco después, el compadre se enteró de los antecedentes penales de aquel actor del norte exilado en Puerto Rico y recordó la obra de teatro que hicieron juntos.
Luego supo del asesinato de Luis Vigoreaux y el resultado del juicio de la Sra. Echevarría.
Fue cuando por fin cayó en cuenta y comprendió lo que le sucedió tantos años antes: Durante dos frívolos intercambios de diálogo en escena, él fue testigo de las almas podridas, perfectamente perversas y maléficas de dos demonios que se escondían entre la gente buena, embarrándose las caras de maquillaje.
Me cuenta el compadre que en esas dos piezas teatrales él tuvo la interesante, la alarmante y la aterradora experiencia de colocarse precisamente al borde de un abismo que conducía al mismo infierno, cuando intervino –en diferentes ocasiones– en escena con una mujer muy conocida hoy día en el país como la asesina de Luis Vigoreaux, y con un actor americano que se refugió en Puerto Rico luego de salir absuelto –dos veces– del asesinato de sus primeras dos esposas.
Naturalmente, nuestro amigo ignoraba el nefasto destino de la Sra. Echevarría, y los antecedentes de aquel exilado caballero que tan cortés siempre fue con él.
Sin embargo, nos confiesa el colega que durante una escena entre él y la Sra. Echevarría durante la obra Arriba las mujeres –ella interpretó el papel de su madre– él se mantuvo fielmente en personaje, le fijó la mirada, cuando de pronto y sin explicación alguna, sintió un terror escalofriante que le espantó hasta los calzoncillos.
Unos meses más tarde, le sucedió lo mismo al compartir una escena con el exilado americano quien interpretaba... el papel del americano... en una presentación de la obra Bienvenido don Goyito en el teatro Tapia.
Poco después, el compadre se enteró de los antecedentes penales de aquel actor del norte exilado en Puerto Rico y recordó la obra de teatro que hicieron juntos.
Luego supo del asesinato de Luis Vigoreaux y el resultado del juicio de la Sra. Echevarría.
Fue cuando por fin cayó en cuenta y comprendió lo que le sucedió tantos años antes: Durante dos frívolos intercambios de diálogo en escena, él fue testigo de las almas podridas, perfectamente perversas y maléficas de dos demonios que se escondían entre la gente buena, embarrándose las caras de maquillaje.